domingo, 2 de junio de 2013




Introducción

El proyecto de la calle visual consiste en una apropiación de espacios donde se expone la publicidad, de soportes instalados en la calle donde cada espacio en particular ha sido modificado para el fin publicitario. El lugar seleccionado para estas intervenciones fue la calle Insurgentes, dado que es la más grande de la ciudad, y basándose en los recorridos hechos por este lugar se decidió enfocarse en  el trayecto de la estación de metrobús Sonora a la Polifórum, ya que es una de las zonas más transitadas y cuenta con numerosos soportes publicitarios para intervenir.

El apropiarse de estos espacios y hacer arte público en ellos es uno de los objetivos más importantes dentro del proyecto. Por ello se analizó el contenido que debían tener estas obras y para ello hubo que examinar el espacio, para lograr obras de arte público que fueran afines al lugar.

El arte público se puede denominar como: el deseo de crear formas y lugares utópicos que mejoran la experiencia del espectador hacia la obra de arte, el medio ambiente y el mundo, Gooding (1987-1997). Además trabaja en contra de la progresiva despolitización del espacio público y combate la comercialización y privatización permanente del mismo. Las obras que integran este proyecto se refieren tanto al espacio como a los espectadores y a la manera en que  influye la imaginería publicitaria en ellos.

En cualquier recorrido urbano somos bombardeados por imágenes que se limitan a servir como vehículo de la publicidad masiva y son esclavas de la comercialización. Esto nos crea una dependencia visual hacia las repeticiones convencionales y los clichés en que se basa la publicidad para dar su mensaje a las masas. De tal modo, el objeto de estudio del proyecto es evaluar la posibilidad de realizar intervenciones urbanas utilizando espacios de difusión de anuncios comerciales, como vallas, espectaculares y demás. “La publicidad empapela todos los rincones de la vía publica, cualquier enclave histórico, cada jardín; las paradas de autobús, el metro; los aeropuertos, las estaciones, los periódicos, los cafés, las farmacias, los estancos, los encendedores, los listines telefónicos. La publicidad copa las películas de la televisión, invade las radios, los almacenes, las playas, los deportes, la ropa, deja su huella incluso en las huellas de nuestros zapatos: ¡en todo nuestro universo, en todo nuestro planeta!” Toscani (1996) p. 20-21

Al partir de los antecedentes de apropiación del entorno por parte de artistas urbanos que han logrado impactar al espectador de forma emocional y visual, esta producción pretende crear una fusión publicidad-arte, y lograr un espacio de reflexión acerca de la sociedad de consumo y su formación de hábitos consumistas.

“La publicidad ha contribuido energéticamente a excitar los deseos (objetuales) del publico a través de deseos (eróticos) impuestos, suscitados por modelos atractivas/ os y escenografías hedonistas. En un universo en el que la imperfección física está excluida por definición y en el que las microhistorias exhibidas están condenadas a un gratificador final feliz, los objetos de consumo han sido también convenientemente erotizados por el diseño, la iluminación y la cámara. No hay que desempolvar los viejos tratados de Ernst Dichter para reconocer símbolos fálicos en botellas de perfume, en llaves de contacto de automóvil, en helados que se lamen y hasta en tacos de billar (en una publicidad de Lucky Strike) Roman (2006) p. 24-25.